Balvanero Balderrama García
balvanero@gmail.com / @Balvanero.B
Las personas bromean con la fecha. No sólo es el Día Nacional de la Protección Civil, fecha emblemática en la cultura que se ha venido desarrollando a partir del sismo de 1985. Ahora, se ha convertido, en el día del simulacro y del ejercicio real, al menos en Colima.
Tres sismos, percibidos, han sucedido en un 19 de septiembre: el de 1985, parteaguas en nuestro país; el del 2017 y el del 2022. Hay sismos todos los días, imperceptibles la mayoría de ellos.
Sin embargo, más allá de lo anecdótico y la circunstancia, lo importante es la cultura de la prevención y la protección.
A impulso de la sociedad civil organizada, ante el pasmo de las autoridades por la magnitud de la tragedia en septiembre de 1985, sobre todo en el entonces Distrito Federal -aunque no exclusivamente-, se ha venido imponiendo, poco a poco, esta llamada cultura de la protección civil.
Algo a destacar es cómo se vino entretejiendo-impulsando-imponiendo esta necesidad, a tal grado que hay un importante marco regulatorio en la materia; además de que es promovida desde todos los sectores, sin perder su origen.
Es común que niñas y niños, desde preescolar, conozcan sobre este tema, participen en simulacros y, en muchas ocasiones, eduquen a sus padres sobre este tema; solo por señalar un ejemplo.
Es obligación que las instituciones cuenten con su Plan Interno de Protección Civil, también se impulsa para que las familias tengan el propio.
El abanico de atención se ha ampliado. El INEGI difundió información a propósito de este día e informa que en el ejercicio 2022 se atendieron, desde las unidades de protección civil, más de 45 mil eventos: sismos, inundaciones, incendios, entre otros.
También, basados en el Censo Nacional de Gobiernos Estatales, se informó que en el país había tres personas servidoras públicas por cada 100 mil habitantes; para el estado de Colima la tasa fue de 4.8 servidoras y servidores públicos.
La experiencia personal, en estos trances telúricos, es que, con cada evento sísmico vivido, el vacío en el estómago se hace más fuerte y adrenalítico. Al provenir de una región -noroeste del país- en la cual los sismos no son preocupación común, el primero experimentado, 1995, fue más de observación que de temor o angustia. En el epicentro del sismo de aquel octubre, Manzanillo, las acciones posteriores fueron de apoyo en traslado de unas personas a Jalipa, buscar al personal INEGI y el retorno a la ciudad de Colima.
Con las noticias de las afectaciones en infraestructura e irreparable pérdida de vidas, poco a poco fui dimensionando las graves consecuencias.
Así, evento tras evento, leves o intensos, se consolida la convicción de que siempre será mejor prevenir.
Ante el temblor no se puede evitar el temor, pero que este no nuble nuestra serenidad para actuar en consecuencia: cuidarnos y cuidar.
Promovamos una cultura de la protección civil que se haga vida cotidiana