Margarita y Griselda
César Barrera Vázquez
Puesto que las elecciones democráticas las ganan quienes obtiene más votos, luego lo más lógico es que las dirigencias de los partidos elijan a los perfiles más competitivos y que mayor nivel de aceptación tienen con la población y que garanticen el mayor número de sufragios.
Por lo tanto, si las dirigencias de los partidos eligen a perfiles que no son los más idóneos, no cuentan con un buen nivel de competitividad ni gozan de los niveles de aceptación de la ciudadanía o que fragmentarán el voto, entonces lo que se pretende no es ganar elecciones, sino perderlas.
Así, el problema no es que Margarita Moreno o Griselda Martínez hayan renunciado a sus partidos –independientemente de las causas—, sino que las dirigencias de sus respectivos partidos no hayan hecho las diligencias ni gestiones políticas para evitar su salida, pues era lógico que conociendo su capital electoral llegaran a otro partido.
Y efectivamente así fue y el que se benefició fue Movimiento Ciudadano, un partido sin estructura ni voto duro, pero que sobrevive –como lo hizo con Locho—del capital electoral que tienen figuras políticas importantes y en ascenso, como es precisamente el caso de las dos presidentas, quienes encabezan los mejores niveles de aprobación de sus gobiernos, de acuerdo a Mitofsky.
A López Obrador, desde que era presidente del PRD en 1997, le sirvió dejar de lado las simpatías y mantener un pragmatismo, incluso candidateando a perfiles antagónicos a él en aras de garantizar la victoria. Ahora en Morena Colima no se vio este pragmatismo y tampoco en el PRI y PAN, los cuales optaron por no utilizar ningún mecanismo objetivo para la selección de candidatos, como las encuestas ni tampoco contiendas internas.
Lo que se vio, en cambio a un proceso democrático, fue una selección discrecional que degeneró en arbitrariedad, como sucede la mayoría de las veces en que las decisiones suelen ser personales o totalmente subjetivas, lo que provocó la salida de estos dos perfiles con alta competitividad electoral.
Ahora bien, de todo esto va a salir algo interesante: ¿son los partidos los que hacen ganar a los candidatos o candidatas o, al contrario, son los mejores perfiles los que les llevan los votos a los partidos? Para efectos empíricos, conoceremos la respuesta a esta pregunta en esta elección.
Dos puntos
El pragmatismo electoral le permitió a López Obrador tener un éxito histórico en el 2018. En ese entonces entraron a Morena tirios y troyanos y crearon esa gran torre de Babel que era Morena, en términos de ideológicos. Ahora pareciera que este pragmatismo se ha sacrificado en aras de beneficiar a los grupos, incluso del mismo presidente. Sin embargo, al final de cuentas será el electorado quien decida por quién votar: si es por el partido, la persona, la ideología, por un sistema de partidos corporativistas o si –como espero que suceda—por quienes buscan fortalecer nuestras instituciones y organismos autónomos, sobre todo aquellos que son claves para gozar de nuestros derechos y libertades.