Los peligros de una corte sometida
César Barrera Vázquez
Si queremos vivir en una democracia real, donde existe un verdadero estado de derecho y se protegen los derechos humanos, entonces tenemos que cuidar que no se desvirtúe este diseño constitucional de contrapesos, en los cuales los tres poderes (ejecutivo, legislativo y judicial) juegan un rol importante.
En la actual coyuntura política, en la que se observa al presidente controlar al poder legislativo, donde cuenta con una mayoría calificada para aprobar leyes y reformas, el poder judicial es de una importancia indispensable para que no se legisle contraviniendo la constitución y, también muy importante, que se proteja a la población de los actos de autoridad.
¿Qué pasaría si un juez de amparo le es servil al gobierno? Pues violaría de entrada el principio de imparcialidad, ya que seguramente sus fallos serían a favor de la autoridad en detrimento de los derechos y libertades de los ciudadanos. Y los ciudadanos son pueblo informado de sus derechos, por eso la constitución consagra el derecho al amparo en sus artículos 103 y 107.
Lo anterior cobra una mayor relevancia en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, cuyos fallos pueden tener fuerza vinculatoria: se convierten en precedentes obligatorios para los juzgadores de tribunales federales y de las demás instancias locales.
Por eso preocupa, en ese sentido, que las ministras Bartes, Esquivel y Ahlf manifiesten, en cada fallo y resolución adoptada desde la suprema corte, una cierta postura de consigna a favor de la visión política del presidente, cuando deberían fundamentar sus posicionamientos en una estricta y exhaustiva argumentación jurídica. Y es que el derecho está más cerca la justicia que en la política.
En ese sentido, el legislativo también juega ese mismo papel de contrapeso con el poder judicial, pues si las y los ministros prevarican en lugar de juzgar con estricto apego a derecho, entonces pueden ser destituidos a través de un juicio político, igual el presidente en caso de supina negligencia e ineptitud, quien también puede vetar leyes que considere inadecuadas.
Por consiguiente, la disyuntiva es si queremos este sistema que surgió luego los fracasos de las monarquías y regímenes dictatoriales o, como en los tiempos prehispánicos, regresamos a la figura del Tlatoani.
Dos Puntos
A días de que inicien las clases en la Universidad de Colima, es de reconocer los seminarios, cursos y talleres que ha implementado el rector Christian Jorge Torres Ortiz Zermeño en liderazgo, inteligencia artificial y, sobre todo, en un área del pensamiento crítico que suele olvidarse: la ética. Más que abstracta, esta disciplina filosófica se centra en el actuar y por qué actuamos de esa manera, buscando siempre, a través de la razón, del pensamiento racional, tomar las mejores decisiones. Y es precisamente en el ámbito de la acción donde se mueve el ser humano, pues no olvidemos que no es valiente y honesto quien habla de esas virtudes, sino el que actúa conforme a ellas. Así, desde la universidad, se practica el virtuosismo, una aptitud que debería ser consustancial en todas y todos los universitarios.