El historiador José Levy consignó en su columna Hoy en la historia que un 11 de noviembre se cumplieron 408 años de una batalla contra piratas en Salagua, Manzanillo.
“El 11 de noviembre de 1615 el general Sebastián Vizcaíno al frente de un numeroso grupo de soldados regulares y de vecinos de Colima, Tuxpan, Zapotlán y de la provincia de Avalos, hizo victoriosa defensa del puerto de Salagua contra el pirata holandés Joris van Spilbergen, que había desembarcado en busca de provisiones. En esta acción murieron cuatro españoles cristianos y muchos de los piratas”.
Joris van Spilbergen (Amberes, 1568 – Bergen op Zoom, 1620) fue un oficial naval militar y corsario neerlandés del siglo XVII que saqueó las costas de Chile, Perú y Las Filipinas.
En 1614 llegaron a la Nueva España noticias de que se aproximaba el peligro neerlandés. En agosto de ese año la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales había enviado cuatro grandes barcos corsarios (esto es, que tenían «patente de corso» de sus gobiernos) y dos “jachts” en una «misión comercial» alrededor del mundo. La pacífica misión estaba reforzada por el fuerte armamento a bordo de los barcos, que encabezaban el Groote Sonne y el Groote Mann.
A la cabeza de dicha misión estaba el prestigioso almirante —prototipo del corsario— Joris van Spilbergen.
El refinado navegante, era un hábil diplomático a quien le gustaba que su barco insignia estuviera elegantemente amueblado y aprovisionado con los mejores vinos. Cuando comía, lo hacía con la orquesta de a bordo y un coro de marinos como fondo musical. Sus hombres usaban magníficos uniformes. Tenía Spilbergen una comisión especial de los Estados Generales de los Países Bajos y del príncipe Mauricio de Orange. Es muy probable que entre las órdenes secretas estuviera la de capturar un galeón.
El 11 de octubre de 1615 entró ampulosamente en la bahía de Acapulco con todas sus naves, e hizo un trato.
Spilbergen estaba decidido a destruir el pueblo si era preciso, pues necesitaba agua y alimentos. Al fin se declaró una tregua y subieron a bordo Pedro Álvarez y Francisco Méndez, quienes habían servido en Flandes por lo que conocían el idioma neerlandés.
Por las ansiadas provisiones, Spilbergen ofreció entregar a los prisioneros que traía desde Chile y el Perú. Se hizo el intercambio y a la semana se dio un espectáculo visto en otras guerras. Los contendientes conversaban animosamente, intercambiando regalos e incluso le hicieron una visita guiada por las fortificaciones a Spilbergen.
Un mes después, intentaron buscar provisiones en Salagua, Manzanillo, pero en esta ocasión hubo una cruel batalla que dejó varios muertos, entre ellos del grupo de piratas del holandés, que a la postre se alzó victorioso.
Pero tanta diplomacia española tenía una razón oculta: el galeón de Manila estaba por llegar, así que el Virrey envió a Sebastián Vizcaíno a proteger los puertos de Navidad y Salagua, enviando otro destacamento a la costa de Sinaloa bajo las órdenes de Villalba, quien tenía instrucciones precisas de evitar desembarcos enemigos.
Spilbergen mientras tanto no perdía el tiempo y se apoderó del barco perlero San Francisco, renombrándolo Perel (en holandés: Perel, ‘Perla’)
Al desembarcar en Salagua lo esperaba Vizcaíno y tras una escaramuza exitosa para Spilbergen, este se retiró a Barra de Navidad, o posiblemente a Tenancatita, donde pasó con sus hombres cinco días de asueto en la agradable bahía.
Tras una corta espera, Spilbergen decidió partir. A los pocos días el Galeón de Manila pasó frente a donde había estado esperando.