- Como parte del proyecto internacional ENTENDER, en el que participa la UdeC, la investigadora de la UNAM, Esther Ochoa dictó la conferencia virtual “Discalculia: cuando 1+1 no son igual a 2”
En días pasados Esther Ochoa García, experta en Neuropsicología de la Universidad Nacional Autónoma de México impartió la conferencia “Discalculia: cuando 1+1 no son igual a 2”, como parte de un ciclo de conferencias sobre neurodiversidad organizado del Proyecto Internacional “ENTENDER”, en el que participan nueve universidades de varios países, entre ellas la de Colima, y que encabeza la Universidad de Coventry, Reino Unido.
La ponente dijo que el trastorno del neurodesarrollo es un grupo de afecciones que producen deficiencias del funcionamiento personal, académico u ocupacional; “dentro de éstas se encuentran los trastornos específicos del aprendizaje, que son déficits en la capacidad del individuo para percibir o procesar información que impiden el aprendizaje de las aptitudes académicas”.
Explicó que hay tres trastornos básicos o dificultades: en la lectura (dislexia), en la escritura (disgrafía) y en las Matemáticas (discalculia).
En este sentido, la ponente puntualizó que en la discalculia se presentan dificultades en una o varias habilidades, como la adquisición del sentido numérico, la memorización de operaciones aritméticas, cálculo correcto o fluido y razonamiento matemático correcto; “este trastorno se presenta con una ocurrencia del cinco al ocho por ciento en la población de edad escolar, esto quiere decir que, en un salón de 30 niños, dos cumplirían con los criterios del diagnóstico para discalculia”.
Los factores que pueden generar la discalculia, añadió, pueden ser neurobiológicos, genéticos o psicosociales; por lo anterior, continuó, “es importante dar a conocer este tipo de trastornos no sólo en los contextos escolares sino también a la población en general, ya que pueden existir factores culturales que retrasan el diagnóstico, porque se tiene la idea de que las matemáticas son difíciles y creemos que al niño ‘no se le dan’ y, al no ser identificados, estos trastornos pueden persistir hasta la edad adulta”.
Explicó que algunos signos a detectar en los niños y las niñas desde preescolar son la dificultad para reconocer números, contar, clasificar o para identificar formas geométricas simples. En primaria serían un mayor uso del conteo con los dedos, dificultad para comparar y para recuperar hechos numéricos así como para resolver problemas simples de aritmética, para entender fracciones, resolver operaciones con precisión, establecer secuencias de pasos al resolver problemas o dificultad para entender el área y el volumen.
“Este trastorno puede persistir en adultos debido a un diagnóstico tardío y a que no se les dieron estrategias para ser más eficientes; por ello, entre más temprano comencemos una intervención, más posibilidades tendremos de evitar que estos procedimientos inmaduros persistan, ya que nos dan la oportunidad de dotar al niño de estrategias efectivas”.
Insistió en que es importante visibilizar y sensibilizar en el tema para identificar el problema, buscar ayuda profesional y una intervención especializada; “es un trastorno que no se corrige solo; si no actuamos puede persistir hasta la vida adulta comprometiendo la calidad de vida de la persona. Puede llegar a ser tan severo que incluso le cueste trabajo al individuo concluir sus estudios”.
Por último, recomendó trabajar de la mano con psicólogos educativos para apoyarse con estrategias específicas, ya que los trastornos son diferentes en cada niño.