- XXXIII Congreso Internacional de estudios electorales, organizado por la Sociedad Mexicana de Estudios Electorales y del que es sede la Universidad de Colima.
Ricardo de la Peña, Ramsés Martínez y Víctor Morales, expertos en temas electorales, presentaron de manera virtual sus trabajos de investigación en la mesa: “Procesos electorales comparados”, dentro del XXXIII Congreso Internacional de Estudios Electorales, América Latina y El Caribe, “elecciones y virajes Políticos”, del que la Universidad de Colima es sede.
Ramsés Martínez presentó avances de la investigación: “Personalización de la política y liderazgo políticos: Los casos de las elecciones presidenciales de 2012 y 2018 en México”. Compartió que su trabajo analiza cómo los liderazgos políticos de Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador permitieron desarrollar campañas electorales exitosas a través de la tendencia a la personalización.
La personalización política, definió, “se entiende como una consecuencia necesaria del desarrollo de liderazgos políticos. Los políticos profesionales inmersos en el juego democrático, y que requieren ganar elecciones, construyen esta personalización a lo largo del tiempo”. Su hipótesis es la siguiente: “La carrera política de los candidatos ganadores de las elecciones del 2012 y 2018, les permitió desarrollar dos tipos de liderazgos fundamentales, uno administrativo y otro de carisma”.
Señaló que el tipo de liderazgo administrativo permite un tipo de liderazgo, en la estructura del partido político y militantes, basado en acuerdos, alianzas y pactos que permiten la construcción de campañas electorales exitosas. En el carismático, por otro lado, se potencian atributos individuales y subjetivos del candidato.
Así, afirmó que la personalización de la política en campañas electorales no sólo debe mirarse como la exposición mediática de habilidades individuales, sino como consecuencia de que los liderazgos políticos se construyen a través del tiempo: “Entran en juego para hacer de los candidatos una opción atractiva que pueda representar algún impacto en la decisión del votante”.
En su turno, Ricardo de la Peña presentó los avances de su investigación “¿De verdad el populismo está avanzado en el mundo?”, en la cual agrupó a tres mil 187 partidos con datos sobre el voto y escaños o asientos, durante el 2000-2019.
Con estos datos se realizó un cruce del porcentaje de votación reportado para cada partido político con el índice de populismo. En este sentido, continuó, “vemos que apenas hay una ligera tendencia a la disminución del populismo a medida que aumenta el porcentaje de votación a un partido político; no es un vínculo muy franco, aunque sí puedo decir que en casos extremos los partidos que tienen una votación muy elevada, no tienden a ser tan populistas, y en todo caso tienden a una distribución más popular”.
Así, descubrió que dos terceras partes de los partidos políticos se ubicarían en el elitismo durante la primera década y que, cuando se compara esto con la segunda, hay una reducción de los elitistas y un aumento de los populistas: “Esta idea de que el populismo avanza en el mundo parece correcta”, enfatizó.
Víctor Morales, en su proyecto “Revocación del mandato en México: lelilí partidario sin ciudadanía”, ha descubierto que los procesos de democracia directa en México, en 2021 y 2022, “conforman un oxímoron (figura retórica que consiste en complementar una palabra con otra que tiene un significado contradictorio u opuesto) y evidenciaron una dinámica de confrontación entre partidos políticos alejada de la participación ciudadana”.
Definió el término “Lelilí” como la vocería para entrar en guerra contra los adversarios o para festejar en una comunidad que excluye a los otros, como grito de guerra o de festejo: “Los partidos políticos usaron estos instrumentos para incrementar la polarización política, al grado de la crispación, desentendiéndose de sus responsabilidades como entidades de interés público en un sistema de partidos que sustenta la democracia. Se dedicaron a la gritería de combate y festejo”, comentó.
Con los índices más bajos de participación electoral en los procesos de democracia directa, continuó, “México evidencia que estos instrumentos no coadyuvan al fortalecimiento del régimen democrático, como ocurre en los países democráticos; esto es así por el diseño constitucional que excluye a la ciudadanía de una acción efectiva en las decisiones del Estado y, desde que fueron inaugurados en nuestro orden legal hace ya más de un lustro, atienden los intereses de los partidos políticos interesados en sustentar la discrecionalidad de sus acciones cuando acceden al gobierno”, concluyó.